Los campesinos de las montañas colombianas cuentan muchas historias acerca del
Hojarasquín del Monte. Más de uno dice haberse encontrado con este espíritu protector
de la naturaleza que habita en la oscuridad de los bosques tropicales. Los que lo han visto
coinciden en que se traba de un árbol-hombre cubierto de musgo, ramas y flores, que
camina rápida y furtivamente entre el follaje, en medio de un atronador ruido de hojas
secas. Su aparición causa verdadero espanto, sobre todo a los taladores de bosques y a los
cazadores, a quienes nunca se les muestra de frente sino que se les acerca por la espalada
como si los siguiera. Esto sucede por lo general cuando el cazador apunta con su arma a
un venado o a una danta indefensa, o cuando el leñador levanta su hacha para derribar un
árbol que no debería derribar. El susto que se llevan es tan grande que nos le quedan
ganas de volver por allí, o no por lo menos a matar animales o a cortar árboles.
Un respeto profundo se apodera de ellos desde entonces, como si comprendieran
que con la naturaleza no se puede jugar ni se les puede hacer daño porque sí, sin
necesidad, sólo por diversión.
Sin embargo, y a pesar de su aspecto aterrador, el Hojarasquín es un ser de buenos
sentimientos que conduce amablemente hacia la salida del monte a los caminantes que se
pierden en él. La única condición es que el caminante extraviado sea de su agrado. El
problema está en que no es fácil simpatizarle. Los aventureros valientes no lo conmueven,
ni tampoco los exploradores que se adentran en la selva en busca de tesoros ocultos.
Antes de ayudarlos en sus propósitos, les juega toda suerte de bromas pesadas que les
ponen los nervios de punta y terminan haciéndolos desistir de sus planes. Sólo una cosa es
precisa para ser del agrado del Hojarasquín del Monte, y es mostrar reverencia y respeto
por su entorno natural.
-Mito Folclórico de los Andes Colombianos
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